lunes, 11 de abril de 2016

¿Por qué es muerte, y solo muerte, cuanto vemos mientras estamos despiertos?

Heráclito, F 21
Muerte es cuanto vemos despiertos; cuanto vemos durmiendo, sueño.

Aun estando despiertos, vemos la muerte disociada de la vida, vemos cuanto sucede, cuanto hacemos y decimos (F 1) bajo el sesgo de la muerte, sin darnos cuenta de que la muerte de unas cosas es siempre la vida de otras: los hombres mueren la vida de los dioses, los dioses viven la muerte de los hombres (F 62); el alma vive a costa de la muerte del agua, muere cuando deviene agua (F 36, F 77); la muerte del fuego es la vida del aire, la muerte del aire es la vida del agua, la muerte del agua es la vida de la tierra o de nuevo la del aire y el fuego (F 76).

Esa mirada torpe, esa perspectiva truncada de la realidad, que nos hace ver solo la mitad de ella separada de su contrario, se asemeja a las visiones confusas de los sueños que tenemos cuando dormimos. Y ello ocurre en todos los hombres cuando se dejan guiar tan solo por el sentido de la vista.

Y es que, en ningún hombre –y Heráclito no sería una excepción, de ahí el uso de la primera persona del plural–, el sentido de la vista tiene la perspicacia de captar la unidad profunda de la realidad: la armonía invisible es más fuerte que la visible (F 54); los hombres se dejan engañar en el conocimiento de las cosas visibles, como le ocurrió a Homero (F 56). 

Para aferrar esa armonía invisible, es preciso ir más allá de la vista, hasta escuchar el Discurso (F 50) con el que nos habla la naturaleza desde su escondrijo (F 123); o tener inteligencia más allá de la acumulación de conocimientos (F 40); o hablar con inteligencia apoyándose en lo que es común a todos los hombres (F 179): precisamente, el Discurso que explica, tal como hace Heráclito, cómo es, según su naturaleza, cada una de las palabras y acciones de nuestra experiencia cotidiana (F1).

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